viernes, 27 de abril de 2012



LA TRANSDISCIPLINARIEDAD Y LA CIENCIA COMO FUNDAMENTO DE UNA EDUCACIÓN PARA
LA PAZ Y LA JUSTICIA.
                           Daniel Roberto Altschuler

  
                                                                
Daniel Roberto Altschuler, en la lectura, concibe la  transdisciplinariedad  como una visión del mundo que busca ubicar al hombre y a la humanidad en el centro de nuestra reflexión, y desarrollar una concepción integradora del conocimiento y su  aplicación en el mundo educativo para la formación del nuevo hombre no sólo para la vida como profesional sino como ciudadano comprensivo y solidario que respete y proteja al planeta donde vive en sociedad. Estas ideas están basadas en las reflexiones de Edgar Morín, acerca de lo que debe ser la   universidad de hoy  al servicio de la solidaridad humana, de la vida toda y de la tierra que es nuestra casa. De igual manera se expresan algunas reflexiones en cuanto a la forma cómo deben funcionar las comunidades educativas y la necesidad de llevar los nuevos conocimientos a todos los ámbitos de la vida para el cambio de actitud del hombre en la sociedad.

La propuesta se ubica en el contexto postmodernista, en la que se refleja su visión de la educación como fenómeno social donde el pensamiento crítico es de suma importancia, ya que vivimos en una era donde prevalece la tecnología de la información y la comunicación; por lo que hay que educar para reflexionar y discernir entre información y conocimiento. Es por ello que se requiere de un cambio de ideales donde se considere el futuro de la humanidad; ya que, el gran problema  hoy en día,  es que estamos a merced de dificultades globales como la crisis ambiental, como el cambio climático global, como los crecientes procesos de ingobernabilidad, como la crisis del hambre  y la retroalimentación de todos estos problemas; y por otro lado,  la vida personal, social e institucional, en el mundo actual, se ha vuelto cada vez más compleja en todas sus dimensiones.

Por lo tanto frente, a estos problemas globales, deben existir soluciones globales, ya que no se pueden enfrentar  con conocimientos fragmentados, y  para comprender esta realidad se requieren nuevos conceptos. Entre estos  se destaca el de transdisciplinariedad, el cual  se trata de  un movimiento intelectual y académico, que  desea ir más allá, no sólo de la uni-disciplinariedad, sino también, de la multi-disciplinariedad y de la inter-disciplinariedad.

La transdisciplinariedad, no es únicamente una colaboración de varias disciplinas.  Es una concepción capaz de tomar o poner la correlación en modo coherente de los elementos de conocimiento de las disciplinas. Con la transdiscplinariedad se intenta responder y encontrar los caminos del misterio del humano y de la complejidad humana. Al respecto Morin expresa: Necesitamos un principio de conocimiento que no sólo repita sino que revele el misterio de las cosas

          La transdisciplinariedad  se concibe como una visión del mundo que busca ubicar al hombre y a la humanidad en el centro de nuestra reflexión, y desarrollar una concepción integradora del conocimiento. Para ello, esta corriente de pensamiento ha desarrollado tres pilares: los niveles de realidad, la lógica del tercero incluido y la complejidad, a partir de los cuales pretende fundar una metodología que aborde la cuestión humana y del conocimiento desde una perspectiva de interconexión en el sentido de complexus o “lo que está tejido junto”, según la expresión de Edgar Morín. Lo anterior, teniendo siempre presente que una visión totalizadora y completa de lo humano y del conocimiento son imposibles dada la incertidumbre y la incompletud fundamental que caracteriza  estos dos fenómenos

En los momentos actuales los procesos de integración del saber que están teniendo lugar, como resultado del desarrollo de la ciencia y la técnica, y la necesidad urgente  de una cultura  que garantice la existencia de nuestro Planeta Tierra y  la humanidad, están encontrando respuesta en los procesos  transdiscipliarios.

         Hoy en día, se impone la  urgente necesidad de reformar el pensamiento educativo, para, sin renegar de la disciplinariedad, pasar a los procesos vinculados e integrados, es decir, a la inter, la multi y transdisciplinariedad. Más que dividir, se requiere unir y articular saberes. La visión transdisciplinaria de la educación universitaria, debe buscar resolver los problemas con conciencia planetaria, enseñando la condición humana, la solidaridad, la ética, el respeto por nuestros semejantes, la responsabilidad, la justicia,  logrando la ciudadanía en el hombre para la búsqueda de la paz.

La nueva universidad que debemos a las futuras generaciones, depende de nuestra voluntad de cruzar el mero discurso y construir ya el escenario adecuado que prepare a los jóvenes para esa aventura sideral de lo que deberá ser el nuevo ser humano. Unos pensamos, otros hacemos, y otros pensamos y hacemos pero todos tenemos el mérito mientras lleguemos al objetivo. La idea de quebrantar las esferas de la ortodoxa universitaria para entrar en las esferas contemporáneas de la etérea universalidad para profundizar en el sentido de la vida es un reto que debemos de resolver desde la trinchera de la interdisciplinariedad y los nodos necesarios de la transdisciplinariedad y así comprender mejor las posibilidades del conocimiento como instrumento de la esperanza que se basa en lo imposible.

       Esta  universidad de hoy debe ser una universidad al servicio de la solidaridad humana de la vida toda y de la tierra que es nuestra casa. Es una universidad que no debe ocuparse sólo del éxito profesional de sus miembros sino que tendría que ocuparse a la vez de la armonía y de la justeza de la relación entre las sociedades y de los países y también del equilibrio en la tierra de todos los que la poblamos y de las especies que nos acompañan como fenómeno de vida único en el universo.

La educación superior debería apuntar a formar hombres íntegros y cultos, con autonomía de pensamiento, con voluntad constante y capacidad de criterio para participar y decidir en la construcción de una sociedad  no violenta, más justa, solidaria y equitativa, respetuosa de los derechos humanos, con un alto grado de sensibilidad por el respeto por la vida y por el logro de una paz duradera. Este carácter de “durabilidad” debe ser la base de nuestra manera de pensar la paz , de vivir en paz , de interactuar, de dirigir las empresas y las comunidades en un clima de paz.

Igualmente, se debe fomentar una cultura de la participación que conduzca al consenso en la solución de los problemas y a la solidaridad necesaria para el logro del bien común. Es muy difícil concebir un país en paz sin que se de una verdadera democracia participativa. Educar para la paz significa abrir las mentes y los corazones para acoger los valores básicos para una sociedad pacifica: la verdad, la justicia, el amor, la libertad, la solidaridad, el sentido de responsabilidad. Se trata de un proyecto educativo que abarca y dura toda la vida. Hace de la persona un ser responsable de sí mismo y de los demás, capaz de promover, con valentía e inteligencia, el bien de todo el hombre y de todos los hombres.

Esta formación para la paz será tanto más eficaz, cuanto más convergente sea la acción de quienes, por razones diversas, comparten responsabilidades educativas y sociales. El tiempo dedicado a la educación es el mejor empleado, porque es decisivo para el futuro de la persona y, por consiguiente, de la familia y de la sociedad entera.


REFERENCIA

Daniel Roberto Altschuler (2005). Hijos de las Estrellas. Editorial Akal, Madrid


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